El día 29 de marzo Google liberó un análisis de desplazamiento de usuarios de dispositivos y apps de dicha empresa, y presenta, para un total de 130 países, reportes sobre movilidad de las personas y su cambio en el tiempo. Todo esto, como un aporte para la toma de decisiones de los gobiernos en el marco de esta crisis sanitaria. En Chile se observa una disminución de la afluencia de personas a estaciones de tránsito en un 74% (buses, metro, …), a plazas o espacios públicos en un 64%, en un 42% a puestos de trabajo y una disminución de 73% en la movilización a lugares de Retail y Recreación (restaurantes, cafés, tiendas de retail, museos, librerías, entre otros). La comparación se hace respeto a una línea base situada a mediados de febrero de 2020.
El detenimiento de la movilidad de las personas desencadena efectos en el trabajo y en el consumo: la economía real de los mercados, zonas, países y continentes. Con la facilidad de desplazamiento comprometida se genera la imposibilidad de reuniones, cambiando las dinámicas educativas y acelerando trasformaciones y adaptaciones no previstas. Estos aspectos configuran contradicciones y conflictos respecto del modo de hacer las cosas, respecto de la forma de vivir.
Como ha reflexionado Gastón Soublette, el actual modelo de civilización ha reducido la actividad psíquica humana al mero intelecto utilitario, lo que conlleva a un olvido de propósitos diferentes a respuestas inmediatas y en clave monetaria. Hoy, 3 semanas después del inicio de medidas restrictivas de movilidad por una catástrofe sanitaria mundial, la crisis de este sistema mundo se va mostrando como un importante clivaje de cambio, y en éste se esconde una importante potencialidad.
¿Qué podemos esperar de nuestras respuestas a la crisis?
Una pregunta que podemos plantearnos: si el horizonte es el mismo, ¿qué podemos esperar de nuestras respuestas a la crisis? Para enfrentar este desafío, desde la Economía Social se puede configurar una posible propuesta a la pregunta a partir de una reflexión sobre los modos de producción, la transparencia y el sentido de la acción colectiva.
Estamos en los comienzos modestos, marginales y dispersos de una transición, pues ya existe una efervescencia creativa y una multiplicidad de iniciativas locales en el sentido de la regeneración económica, social, política, cognitiva educativa o de la reforma de la vida, del Bien Común.
La Economía Social (ES) refiere, principalmente, a una nueva visión respecto de las relaciones de producción, valores y estructuras organizacionales, organizadas por el principio de solidaridad. No persiguen el lucro, sino que ponen a éste como el motor para la consecución de un propósito. Propuesta tan ambiciosa como heterogénea. La ES enmarca muchas clases de organizaciones, movimientos, tipos de certificaciones (Cooperativas, Economía del Bien Común, Empresas B, Comercio Justo, Banca Ética, …), algunas de ellas incluso con puntos encontrados y de horizontes temporales muy diferentes.
Sin embargo, esta corriente se vuelve obsoleta si permanece en un confinamiento teórico y plantea soluciones en disonancia con los retos de su entorno. Si no se trabaja desde la práctica y se relevan sus éxitos y aprendizajes, no pasa de ser más que un conjunto de casos particulares que pueden o no ser exitosos, pero nunca circunscritos a una teoría o disciplina de validez real. Otro flanco de estos movimientos se abre si los nuevos proyectos de empresa/organización no se gestan desde una reflexión sobre del Bien Común, sino como una herramienta de maquillaje de prácticas empresariales frente a la emergencia, en la que buenas intenciones encubren los mismos propósitos y prácticas utilitarias de siempre.
Pensar a partir de dos ejes
Trascender a las estructuras y cultura capitalista, junto con neutralizar el daño generado por aquellas, requiere pensar la ES a partir de dos ejes: el primero es la coherencia interna, referida al propósito, cultura y estructura; esto se traduce en modelos de negocio, captación y retención de talento, sostenibilidad económica y coherencia con su programa social. El segundo eje se refiere a la conexión con la complejidad del entorno, es decir, la identificación de su reto social de referencia, su relación con el territorio, un vínculo con el medio ambiente y un proceso acelerado de innovación tecnológica como nunca antes se ha visto.
El reporte de Google muestra para Chile un 24% de aumento del desplazamiento de usuarios a sus residencias. Este aislamiento a muchos (no a todos), nos ha dado un importante momento y espacio para la reflexión personal, y colectiva gracias a la tecnología. El tiempo, este tiempo, encarna una importante tensión entre condenarnos a repetir y repetir o concebir nuevas formas de hacer. Las organizaciones/empresas de Economía Social parecieran presentarse como un aliado privilegiado para políticas de desarrollo económico sensibles a las dinámicas territoriales, toda vez que, generalmente, sus modelos de gobiernos y prácticas de accountability cumplen con este criterio, mostrándose permeables a las particularidades de cada territorio.