Gabriel Fonzo, CEO Integrity
El gran problema de esta cultura de lo desechable, además de sus consecuencias negativas para la biodiversidad y la salud de las personas, es que somos nosotros mismos los que la hemos generado y no nos estamos haciendo parte de la solución.
La crisis generada a partir de la contaminación por plásticos es un tema que está hace tiempo en el centro del debate y son muchas las medidas, tanto en Chile como en el mundo, que apuntan a combatirla. Sin embargo, y aún cuando hay más conciencia entre los consumidores, la generación de residuos de este tipo que terminan en vertederos o contaminando los océanos sigue al alza.
De acuerdo a la última edición del Plastic Waste Makers Index 2023, elaborado por Minderoo Foundation, sólo en 2021 se generaron 139 millones de toneladas métricas de desechos de este tipo, equivalentes a casi 1 kg por persona en el planeta, lo que representa un aumento de 6 millones de toneladas métricas respecto a 2019 cuando se midió por primera vez. Así, el Informe asegura que los envases de este material y artículos desechables, como bolsas, bombillas y cubiertos que se usan pocos minutos y luego se desechan, representan el mayor porcentaje de productos plásticos, abarcando alrededor de un tercio de todo lo consumido a nivel mundial.
El gran problema de esta cultura de lo desechable, además de sus consecuencias negativas para la biodiversidad y la salud de las personas, es que somos nosotros mismos los que la hemos generado y no nos estamos haciendo parte de la solución. De hecho, otro de los hallazgos relevantes del estudio es que el reciclaje de plásticos y su reutilización bajo conceptos de economía circular sigue siendo muy acotado. Sin ir más lejos, entre 2019 y 2021 el crecimiento de los plásticos de un solo uso fabricados a partir de combustibles fósiles fue 15 veces superior al de los reciclados.
¿Qué nos falta entonces? Las normativas como la Ley REP, que establece que los fabricantes, importadores y distribuidores de envases y embalajes deben hacerse responsables de su gestión, juegan un rol relevante, pero nada de eso sirve si las personas finalmente no reciclan. Por eso, creo que las acciones deben ir en varios sentidos. El primero es educar, a grandes y chicos, pues aún no hay claridad de cómo hacerlo ni total confianza en que los elementos que separo y envío a un punto de acopio son finalmente reciclados. El segundo es fomentar una industria rentable en torno a la revalorización, que actúe como incentivo para que las empresas realmente inviertan en un cambio en pro del medio ambiente. Y junto con esos dos, por mencionar sólo algunas ideas, debemos establecer estímulos concretos para las personas. Hoy no hay castigos ni incentivos. Si una persona bota su basura, contribuyendo a que esta se acumule en rellenos sanitarios, o si la recicla, el escenario es el mismo.
Todo lo anterior, es lo que debemos cambiar para que la motivación por reciclar se traduzca en acciones reales y permanentes. Mientras siga siendo lo mismo comprar un producto elaborado de plástico virgen que uno hecho de material reutilizado, difícilmente podremos impulsar un cambio de la magnitud que la problemática requiere. A su vez, si es igual botar toda mi basura junta que gestionarla correctamente, la mayoría optará por el camino cómodo y fácil sin vislumbrar las consecuencias de su actuar.
Hoy, para fabricar los populares envases para sushi, frutas o tortas a partir de plástico PET reciclado tenemos que importarlo, porque los volúmenes a nivel nacional no son suficientes. Las cifras no mienten, la tasa de reciclaje efectiva no supera el 10%. Frente a esto la OCDE ha sido clara: “es urgente crear un mercado de plásticos reciclados que funcione de manera óptima, fijar objetivos de contenido reciclado e invertir en tecnologías que puedan hacer ese producto más competitivo y rentable”.
Las ventajas de lograr estos cambios son múltiples. Aunque resulte increíble, Naciones Unidas ha afirmado que avanzar hacia una verdadera economía circular no sólo permitiría reducir la basura plástica en un 80%, sino que además ahorraría $US 4,5 billones y crearía 700.000 puestos de trabajo, principalmente en países de ingreso bajo, de acá al 2040. Sin embargo, no será fácil, para ello además de la disposición ciudadana, se tendrían que eliminar los subsidios a los combustibles fósiles, utilizados para hacer que los plásticos vírgenes sean más baratos que los materiales reciclados, incluir criterios para un contenido mínimo de reciclado en la contratación pública o en los contratos de adquisición y mejorar los sistemas de recolección de desechos para facilitar el cambio hacia mayores tasas de reciclaje.
Pero volvamos al origen, el abuso del plástico es mundial, sin embargo no podemos desconocer que como país tenemos la cifra récord de generación de basura plástica por habitante en el continente. La buena noticia es que, así como hemos sido parte del problema, hoy estamos abiertos a tomar acción. De acuerdo con un estudio de la consultora GfK, realizado en conjunto con Fundación Chile, la protección del medioambiente encabeza la lista de causas ciudadanas, siendo la única que ha mostrado un crecimiento sostenido desde 2019, aumentando más de un 50%. De hecho, para el 74% de los habitantes del país el cambio climático debiese ser prioridad dentro de las acciones de Gobierno y más de la mitad de los chilenos está dispuesto a tomar parte en la correcta gestión de residuos, llevando su basura hasta un punto limpio.
La invitación “entonces” es a que todos nos empoderemos como agentes de cambio. El desafío es enorme, pero puede ser también un punto de inflexión donde pensemos nuevas ideas que lleven a dar el esperado salto cuantitativo. Las campañas sirven, las normativas ayudan, pero nada será suficiente si no consideramos incentivos reales y concretos en pro de la sustentabilidad social, económico y medio ambiental.