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Sebastián Mena, cofundador Glasscrete: “Emprender me permitió compatibilizar mi profesión, pasión por la ciencia y compromiso con el medioambiente”

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Gracias a una gran determinación, Sebastián Mena ha tenido un exitoso camino emprendedor y hoy destaca en innovación social. En sus cinco años emprendiendo ha logrado adjudicarse tres fondos Corfo, ganar un viaje a Bogotá y formar parte del programa de incubación de Gen-E PUCV. Como Químico Industrial y Licenciado en Química ha logrado aportar al cuidado del medioambiente a través del reciclaje del vidrio fabricando diversos productos para el hogar. Te invitamos a conocer su historia.


“Mi etapa en la universidad fue súper bonita, llegué a estudiar química en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y siento que desde que llegué (2007) me sentí en mi lugar”.

Con esta emotiva frase comienza Sebastián Mena a contarnos cómo nació su vínculo con el emprendimiento y la innovación social. Oriundo y residente de Quilpué, relata que siempre se sintió extraño en el colegio porque su grupo de amigo era muy cerrado, algo que cambió drásticamente al ingresar a la universidad.

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“Me encontré además con personas con gustos muy parecidos a los míos y me sorprendió que cosas que aparentemente no tenían relación, como el arte y la ciencia sí eran compatibles. Eso me pareció interesante y entretenido», comenta Sebastián.

En la parte académica, su dolor de cabeza fueron las matemáticas, asignatura que él mismo eligió porque pensó que no sería tan complejo y que era continuidad de cálculo I y cálculo II.

Con una generación marcada por la Revolución Pingüina (2008) y Revolución Universitaria (2011) pudo conocer en primera persona los resultados de colaborar entre compañeros por objetivo común, transformándose en un principio de vida que replica hasta el día de hoy.

“Pasaba algo bien bonito, éramos muy unidos y colaborábamos, nos apañábamos para llevar adelante actividades y también en las revoluciones. En este aspecto era todo perfecto, pero en varios momentos me desencantaba de la carrera porque siempre me ha gustado la ciencia para investigar, pero desde cero”, aclara el emprendedor social.

Esta inestabilidad vocacional la recuperó con su tesis y justamente, gracias a su vinculación con el emprendimiento. “Mi profesor me dio mucha flexibilidad y el año anterior al desarrollo de mi tesis tuvimos un ramo de emprendimiento y eso me llamó mucho la atención y diría que fue el ramo en el que me fue mejor en la carrera», comenta entre risas“

Aunque sus papas tienen un negocio, emprender no era parte de sus planes, porque en el colegio le inculcaban estudiar una buena carrera, encontrar una gran empresa y conseguir un buen cargo.

“No me había cuestionado que uno podía autogenerarse un empleo, hasta el momento en que tome el ramo. Una profe súper motivada y con experiencias bien exitosas fue súper cercana, y todavía me la encuentro en eventos. Ella me llevó a cuestionarme la existencia del emprendimiento y me motivó a postular al primer fondo, una convocatoria interna de la PUCV de la Dirección de Innovación y Emprendimiento (DIE) que te permitía desarrollar con un pequeño capital un prototipo de un proyecto”, recuerda Sebastián.

La idea que postuló, y que ganó, fue desarrollar pigmentos que funcionaban con concreto. Una iniciativa que le propuso un amigo de otra carrera en Inacap y que le surgió tras la necesidad de instalar un quincho, donde el costo de trasladar materiales (cerámicas) era muy alto y le encarecía el costo del proyecto casi al doble.

Manos a la obra

“Él me dijo: ¡Oye, como tú eres químico ¿Qué podríamos hacer? Así fue como empezamos a investigar en Google y a intentarlo. En paralelo fue que consulté a un profesor si podía postular al financiamiento de la universidad y usar el laboratorio para las pruebas, me dijo que sí. La tesis la adelantaba en la semana y el fin de semana era de experimentación del pigmento”, comenta Mena.

Primero sacaron unas pruebas de concepto y luego de postular y adjudicarse el fondo pudieron desarrollarlo de manera más formal y, en paralelo,  realizó su práctica profesional en BASF, planta química de Concón.

“La carrera requería tres prácticas, ya había realizado dos, pero que tenían que ver con investigación y no la industria química. Cuando comencé en BASF me desencanté totalmente porque no se valoraba el conocimiento. Nosotros éramos robot de información que llegaba desde Alemania y sólo debíamos producir y no cuestionar nada. ‘Para qué quedé tan endeudado, ni siquiera puedo usar el conocimiento’, me preguntaba».  A mí me apasiona la ciencia, entonces era frustrante”, comparte Sebastián sobre su experiencia laboral.

En medio de esta etapa, y con la convicción de que el emprendimiento era su vía de escape y desarrollo profesional, postuló la idea de pigmentación a un PRAE de Corfo. Sin muchos avances, bajo negativos pronósticos, pero harta fe, se adjudicó el fondo.

“Comenzamos a ejecutar el proyecto y la idea era lograr un sustito de las cerámicas, en el que ofrecíamos un servicio completo que consistía en el pulido del hormigón y luego con plantillas desarrolladas por diseñadoras la marcábamos con estos pigmentos y hacíamos un diseño personalizados o calque de logotipos”, explica el emprendedor.

Incursión en la innovación social

Fue en un intento de comercialización cuando se dieron cuenta que el mercado del cimiento que podían personalizar era muy acotado, porque con pulido de hormigón sólo trabajaba Walmart y tenía sus proveedores. Así nace la segunda etapa del proyecto: otorgar valor al proceso de pulir, surgiendo la idea de reciclar.

Hay estereotipos negativos en relación a los químicos, que dañan el medioambiente, que somos los villanos de dibujos animados, pero nunca se habla de que somos quienes también proponemos soluciones medioambientales y eso me lo inculcaron muchos los profesores, que todo lo que uno hace tiene que ser consiente y respetuoso con el entorno”

Así fue como el propósito de este nuevo emprendimiento lo condujo hacia la innovación social, al resolver un problema de acumulación de un material que casi nadie se hacía cargo: el vidrio.

“Cuando estábamos trabajando con el hormigón nos dimos cuenta que al pulir podíamos dejar material a la vista entonces pensamos hacerlo con plástico primero y evidenciar de esta manera el reciclaje a través de nuestro servicio y productos. Hicimos algunas figuras, pero como la densidad es distinta no logramos el resultado esperado”, detalla Mena.

Durante el periodo financiados por Corfo, trabajaron en IF Valparaíso y ahí conocieron a una asesora de residuos que les comentó que tenían mucho vidrio a disposición, instándolos a realizar algo conjunto. Y como todo hasta ahora, le resultaba en paralelo a otros proyectos, mientras estaba con el PRAE postuló a un concurso de Cristalería Chile llamado “Elige Vidrio” de Inacap (2017).

La iniciativa logró destacar entre los postulantes, resultando primera a nivel regional y ganando como premio un viaje de negocios y participación en la Cumbre de Reciclaje Inclusivo en Bogotá (Colombia) y vincularse con Ministros, autoridades comunales y emprendedores de toda Latinoamérica.

“La propuesta de valor de nuestra idea, GlassCrete, porque había varias similares, eran las cubiertas y hacernos cargo de un material que en verdad no se estaba reciclando, porque nosotros no usamos el vidrio que se deja en las campanas, usamos el que se acumula en playas, basurales y cerros. En IF nos quedamos justo con un contacto de Colombia entonces en el viaje también aprovechamos de intentar hacer negocios”, recuerda Sebastián.

En este camino emprendedor, además de poner en valor la ciencia, redescubrió el potencial de la colaboración, ya que la obtención del vidrio lo hacen a través de alianzas con organizaciones que hacen limpiezas en Quilpué como Valencia Nativo, Reciclaje We Kuyen y EcoSense.

Con este nuevo propósito, en 2018 obtienen el apoyo de la Incubadora Social PUCV y la adjudicación de un Subsidio Semilla de Asignación Flexible para Emprendimientos Innovación Social (SSAF-S) de Corfo.

“La innovación social ya estaba en el ADN de GlassCrete y lo potenciamos mucho con el apoyo de la incubadora porque pudimos generar alianzas y definir bien el modelo y propósito al revalorizar el vidrio desde el reciclaje”, comenta sobre su periodo de incubación.

“Con Gen-E, y gracias a todos los talleres en lo que participamos, también nos dimos cuenta de la importancia que tiene definir y, sobre todo, dar a conocer el impacto social; en nuestro caso con el reciclaje del vidrio y cuáles eran las alianzas claves que debíamos lograr, que no siempre son grandes empresas”, agrega Mena.

Con todos estos aprendizajes y exitosas postulaciones hoy han ampliado el catálogo de GlassCrete y dan mucha prioridad a realizar cubiertas de cocina, y otros productos más pequeños como maceteros, ceniceros, posa vasos y tablas de picar. Además, Apostando fuertemente a un nuevo concepto de mercado que se alinea con su gran propósito profesional y emprendimiento: la conciencia medioambiental, exhiben sus productos en EcoSuper (ubicado en el centro de Quilpué.

“Invito a todos los que se encuentren decidiendo su futuro a seguir lo que realmente ven para ustedes y no seguir el camino que otras personas esperan porque todos somos distintos. La colaboración y la autogestión es el mundo que se vive en el emprendimiento y al menos a mí, me hace muy feliz poder compatibilizar mi profesión, pasión por la ciencia y compromiso con el medioambiente. Es súper importante la innovación social y hay una red bien bonita”, concluye Sebastián Mena.

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