El impacto del COVID-19 no tiene precedentes, sus efectos inmediatos y también a futuro ni siquiera los alcanzamos a dimensionar.
En estos días de cuarentena y cuando las cifras en nuestro país comienzan, por fin, a mostrar una positiva baja (aunque siempre está presente el temor a un rebrote como ha sucedido en países que nos llevan la delantera en tiempo) hay un cuestionamiento que surge con respecto a la trazabilidad que me lleva a pensar en dónde están los límites con respecto a la privacidad de nuestros datos personales.
En el ámbito de la informática, la privacidad de los datos va de la mano con las Tecnologías de la Información y Comunicaciones (TICs) requeridas para que una organización tenga la capacidad de proteger los datos ante accesos de terceros no autorizados. Se necesita desarrollar sistemas informáticos (software y bases de datos) que definan claramente cuáles pueden ser compartidos o públicos y cuáles deben ser protegidos a través de diferentes tipos de privilegios de acceso. Teniendo, además en mente, las restricciones legales que cada país impone sobre cómo se recopila y usan los datos personales a través de leyes y reglamentos que se hacen cargo de estos temas.

En Chile las leyes relacionadas datan de 1999, como la Ley N° 19.628 sobre la protección de la vida privada, incluidos los datos personales, aunque en el último tiempo han surgido numerosos proyectos de ley que permitirán actualizaciones, y en el 2018 se logró constitucionalizar el derecho a la protección de datos personales con un proyecto de ley para incorporarlo como un derecho fundamental.
¿Es posible lograr una mejor trazabilidad de los pacientes COVID usando las tecnologías y respetando la privacidad de los datos? Las aplicaciones móviles fácilmente hoy pueden detectar (con GPS) dónde está un paciente con COVID, si sale o no de su domicilio, quiénes han sido sus contactos directos en un período de tiempo, alertando incluso a otros ciudadanos de que hay cerca un paciente contagiado, ya que pueden interactuar con fuentes oficiales de información que les permite saber con exactitud quiénes han resultado positivo en los tests de coronavirus.
Es probable que la vacuna contra el COVID tarde más de lo que quisiéramos en llegar a Chile, quizás la trazabilidad apoyada con tecnología sea una salida rápida y efectiva mientras, ya probada en algunos países con sus detractores por supuesto, se tienen afirmaciones positivas sobre su efecto como la del experto en enfermedades infecciosas Christophe Fraser, del Big Data Institute de la Universidad de Oxford, que plantea que si un poco más del 10% de la población usara una aplicación de rastreo se podría lograr la reducción de las infecciones. (ver noticia Trazabilidad: los métodos de los países para rastrear casos positivos y sus contactos, La Tercera, 24 de julio de 2020)
El problema ahora no es tecnológico, es de definir los límites de la privacidad personal. Cuando el impacto de mis acciones puede llegar a producir daños a los demás, como lo que está pasando hoy frente a algunos ciudadanos de Chile y el mundo, que no respetan la cuarentena, sobre todo siendo portadores del virus. Los límites debieran poder ser ajustados, es tiempo de aprovechar estos datos, con cautela de no generar un juicio público a los directamente afectados, pero priorizando en resguardar el bien colectivo.