Opinión: Consumo ético, la innovación social tras pandemia

Carol Altamirano Quezada

Quiero ahondar en cambios de comportamientos que podemos tener y que nos pueden impulsar hacia una innovación social que impacte de manera positiva a la sociedad en su conjunto, en coherencia con esto me voy a detener en el consumo, una actividad que desarrollamos recurrentemente. Sin embargo, me referiré en particular al consumo ético, que suele conocerse como «consciente» en el emprendimiento social, pero que no necesariamente determina un actuar positivo, en cambio lo ético podemos entenderlo como algo «aceptado» a nivel social.

Me referiré al consumo para analizar cómo las personas podemos cambiar ciertos hábitos y actuando de manera coherente con las quejas de pasillo; reconfigurar las relaciones económicas imperantes. Esto, muy de la mano al fenómeno que vemos hoy en día, en donde a través de hashtag como #PrefierePyme #ApoyoPyme #PrefiereLocal entre otros llamados a la acción se busca impulsar a través de los canales digitales una reconfiguración de las formas de consumo, y con esto beneficiar a las empresas de menor tamaño quienes se han visto mayormente afectadas en el contexto actual.  No obstante, estas acciones que buscan lograr innovación social en el ámbito del consumo, preferir empresas de mediano y menor tamaño, ¿genera cambios profundos en el sistema económico?.

Un poco de historia
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Para responder esta pregunta me remontaré en el tiempo para evidenciar el momento de la historia en donde se reconfigura nuestro comportamiento hacia el actual. Fue posterior a la primera revolución industrial cuando se propició el aumento paulatino y cada vez más acelerado de la productividad, y con esto una variedad de productos en el mercado casi tendientes al infinito de posibilidades. Este exceso de productos favoreció que se desarrollarán técnicas para transformar la sociedad a una sociedad de consumo y de ciudadanos consumidores: ¡nosotros!.

Volviendo ahora al presente, planteo nuevamente la interrogante del como podemos las personas avanzar hacia un consumo ético, es decir, un consumo que busque satisfacer únicamente nuestras necesidades reales, y que elija de igual manera a aquellos proveedores que demuestren conductas éticas en la operación de su cadena de valor completa, para esto será necesario dejar de hacer «vista gorda» a los comportamientos poco éticos de las empresas, independiente sea su tamaño, porque la historia del papel higiénico y de los pollos la conocemos, la conversamos y la repudiamos ¡pero acá estamos! igual que antes.

Quiero sostener y estoy convencida que comportarnos como un consumidor ético nos puede llevar a la innovación social, porque más allá de preferir a las PyMES por sobre a grandes empresas, que a per se no podemos afirmar que esto sea bueno desde el punto de vista ético, aunque sí es positivo desde una perspectiva económica y el impacto en las familias que dependen de estos empleos. Avanzar hacia un consumo ético nos permite cambiar el norte de la sociedad actual, esa que crea falsas necesidades y empuja el hiperconsumismo, sociedad que busca sustentar un modelo económico global basado en un crecimiento económico, que es insostenible – lo sabemos-.

¿Cuales serían las barreras para avanzar hacia esto?

Un estudio que citaré a continuación hace mención a la falta de tiempo en primera instancia, situación que fue compartida por mis estudiantes, sumado a esto se tiene la confianza en las políticas de responsabilidad social de las empresas, la fuerza que tiene la comodidad, que lleva a adquirir como imprescindibles muchas cosas que aportan menos valor del que prometen. Sumado a esto hace mención a impedimentos más sistémicos, como legislaciones que actúan más como freno que como impulso, lobbies que trabajan a favor de los intereses creados y que dificultan los progresos en sostenibilidad, la carencia de transparencia y de información fiable que dicen padecer, la obsolescencia prematura de las cosas, porque los fabricantes ya no las diseñan para que duren y, en general, la falta de alternativas comerciales, que lleva a que aunque haya disposición a comprar producto de cercanía o en la tienda del barrio, se acabe por comprar online o en grandes superficies cuando no se encuentra lo que se busca. Pero, desde luego, el precio es uno de las principales barreras, cuando se trata de preferir productos de proximidad, artesanos o ecológicos. Y aunque muchos reconocen que la calidad, la sostenibilidad o los salarios dignos hay que pagarlos, lamentablemente solo el 10% de aquel estudio está dispuesto a pagar siempre más por un producto ético y sostenible; porcentaje que crece hasta el 36% si hablamos de pagar solo un pequeño sobreprecio.

Es decir, si todo se trata de precio, pero al mismo tiempo sabemos que somos una sociedad determinada por el hiperconsumo, es necesario que para avanzar hacia esta innovación social, tan necesaria en los tiempos actuales, debamos replantear nuestras verdaderas necesidades, y con eso me refiero a consumir lo que necesitamos, favorecer menor cantidad de compras pero éticas, y esperar que el más de 1 millón de productos que se vendieron durante la primera quincena de abril en Chile (Según estudio de ML) solo hayan sido productos de primera necesidad y no la búsqueda de placer a través del click del consumo.

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