Sus conocimientos de cocina inclusiva se remontan a su primera experiencia de trabajo, donde por siete años estuvo a cargo de restaurantes de cruceros en alta mar, un puesto que por primera vez lideró una mujer. Un espacio en que se familiarizó con las distintas alergias e intolerancias alimentarias existentes, un área que en otros continentes tienen muy presente y existe un mercado mucho más amplio, según relata Daniela Bastías, dueña de Dolce Locura, restaurant de gastronomía incluyente en Viña del Mar.
Cuando terminó su paso como navegante, se desempeñó en el área de control de calidad, lo que la llevó a decidir formalizar sus conocimientos. Entró a estudiar Prevención de Riesgos enfocado en Seguridad Alimentaria en modalidad vespertina para congeniar con su trabajo y, para generar ingresos extra, decidió hacer tortas tradicionales junto a una amiga.
Conforme pasaban los días, Daniela quiso darle un giro al emprendimiento: elaborar pastelería más saludable. Una innovación que su socia no estuvo de acuerdo y que se tradujo en la separación del equipo. Ante el nuevo escenario solitario, perseveró con su idea y, de forma paulatina, las ventas aumentaron gracias al boca a boca de clientes con restricciones alimentarias, “me sirvió mucho mi experiencia en alta mar más lo que estudiaba por mi cuenta para poder cocinar de manera responsable”, asegura la dueña de Dolce Locura.
Redes: herramienta de crecimiento y colaboración
Compaginar el trabajo diurno, el estudio nocturno más la elaboración de pasteles por la madrugada tuvo su primer fruto: “En 2016 estaba en último año de Prevención de Riesgos y un amigo me propone ser socio capitalista para abrir un local de comida y me atreví. Fue difícil dar ese salto a lo comercial”, confiesa Daniela y agrega que trabajar en equipo le trajo muchos beneficios, “cuando uno trabaja sola, siempre sirve tener más opiniones, por lo que recomiendo trabajar con más personas, en especial para elaborar un plan de negocios factible”.
Otro aspecto a su favor en el inicio del local, fue que conoce muy bien Viña del Mar, ciudad en que su socio se quería instalar. Cada rincón del centro de la urbe fue recorrido por Daniela en la época que repartía sus pasteles a domicilio y a pequeñas cafeterías, “sabía cuales eran las mejores calles y aquellas que las personas evitaban, así que encontré una buena ubicación para Dolce Locura”, destaca Daniela.
Si bien los primeros meses fue de ensayo y error, que más adelante se perfeccionaron, siempre tuvo muy en claro el poder de las redes sociales para potenciar su trabajo. “Yo nunca dejé de publicar desde que cocinaba en casa, hasta que hicimos el cambio al local. A la gente le gusta tener esa cercanía con el emprendimiento y su motivación detrás”. Un aspecto que considera fundamental para conectar con sus clientes y apoyar a otras pymes. “Publicar una foto de las nuevos muebles adquiridos ha permitido que al carpintero le lleguen más clientes, por ejemplo”, una red colaborativa de la que Daniela se siente orgullosa.
Dolce Locura: catalizador de emprendimientos locales
Los desafíos siguieron presentes, ya que sufrió una nueva separación laboral. Esta vez ella se quedó con el local y su socio con la fábrica. “Afortunadamente, una familiar me vio en esta situación y me dio su apañe, conseguimos una platita y compramos la cocina. Nos empezó a ir bien, los clientes que nos seguían de antes no nos abandonaron, recuerda con cariño.
De ahí en adelante, el panorama fue más alegre, ya que inauguraron el local previo a Fiestas Patrias de 2018 con una fonda vegana, “fuimos la primera de este tipo en Viña del Mar y nos fue increíble”, asegura su dueña. Un escenario positivo que siempre quiso compartir con otras emprendedoras, ya que en el primer y segundo piso tiene un lugar para que exhiban y comercialicen sus productos artesanales, “nosotros en Dolce estamos abiertos a la colaboración, no a la competitividad. El que no recuerda de donde vino, no existe”, recalca Daniela ante las constantes vueltas de la vida que la llevaron a estar donde está.