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Me niego a esperar un siglo

Por Karla Fernandini
Directora Regional Acción Emprendedora Valparaíso

“Si se continúa al ritmo actual, la brecha económica entre hombres y mujeres tardará 170 años en cerrarse”, afirmó el Foro Económico Mundial en su más reciente informe sobre la Brecha de Género Global 2016. Así que, o revertimos la tendencia, o tendremos que esperar hasta el año 2186 para lograr paridad en lo que respecta a ingresos.

Desde mi perspectiva, uno de los caminos para acelerar el paso e ir acortando esta brecha es promover que más mujeres se embarquen en el desafío de emprender. Este es un campo fértil en donde sembrar nuevas ideas y en donde las mujeres, si logran liberarse de los estereotipos y los estigmas sociales y culturales, pueden encontrar una opción clara de participación económica para trazar su propio crecimiento personal y profesional.

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Chile presenta una de las tasas de participación laboral femenina más bajas de Latinoamérica (OIT, 2015). Pero en contraste a este escenario desalentador, es uno de los países mejor “rankeados” en lo que respecta a ofrecer buenas condiciones para que las mujeres emprendan (“Global Women Entrepreneur Leaders Scorecard”, 2015). El reto es cómo aprovechar al máximo esas condiciones positivas, con el objetivo de que impacten en un crecimiento del porcentaje de mujeres que emprende con éxito y en la disminución de la desigualdad económica de género.

En Valparaíso, el 22% de las mujeres emprende, cifra que ha ido al alza en los últimos 5 años. La edad promedio de dichas mujeres es de 39 años, y sólo el 4% tiene entre 18 y 24 años. Frente a estas cifras se abren dos desafíos: que más mujeres decidan (logren) emprender y que lo hagan en edades más tempranas.

Acción Emprendedora se ha hecho parte de estos desafíos en la región, implementando iniciativas que apuntan al empoderamiento de la mujer y a la entrega de herramientas que contribuyan a innovar, crecer y consolidar negocios más competitivos. Trabajando además en conjunto con el sector académico para motivar el desarrollo de negocios liderados por jóvenes, y posicionar el emprendimiento como una opción viable que brinda un sustento económico, tan o más “apetecible” que el trabajo dependiente. El emprendimiento puede ser una poderosa herramienta de movilidad social, y eso hay que aprovecharlo.

Es por eso que necesitamos construir un ecosistema más sólido en la región, en donde todos los actores que apoyan el emprendimiento, públicos y privados, sean conscientes de las barreras que las microempresarias enfrentan y de sus necesidades más latentes. Es necesario alinearnos, compartir experiencias y luchar por objetivos comunes.

No nos dejemos llevar por discursos individualistas. La asociatividad es fundamental hoy. Trabajemos colaborativamente para generar mecanismos efectivos de apoyo a las mujeres, contribuyamos a la caída de mitos y prejuicios establecidos, escuchemos, seamos empáticos y, sobre todo, seamos asertivos con respecto a las iniciativas que implementamos. Si todos nos proponemos remar para el mismo lado, quizá no tengamos que esperar más de un siglo para ver que la brecha económica entre hombres y mujeres se cerró.

*Columna publicada en la edición #7 de la revista La Quinta Emprende, disponible en http://198.37.123.65/~laquinta/todas-las-revistas/

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